Historia
La sencillez, el profundo arraigo con la tradición y la valoración y conservación de los sabores más puros, muchos de ellos vinculados al mar, son elementos nucleares en toda la cocina que podemos observar en la franja atlántica, a lo largo de la costa europea bañada por este océano. En toda esta franja encontramos infinidad de nexos comunes que marcan la gastronomía del arco atlántico y que bien podemos resumir en una gastronomía de aparente sencillez en la que el producto es el rey indiscutible. Si acotamos la observación sobre la cocina atlántica gallega nos encontraremos en una tradición establecida a partir del siglo XIX, basada en los cocidos y en la que la grasa que se empleaba de manera tradicional era la de origen animal (los untos). Maíz y patata, productos llegados de América, fueron fundamentales en la transformación de esta dieta atlántica, en la que el consumo de verduras y frutas era muy diferente a la de la zona mediterránea. El maíz o la avena eran los cereales más habituales, consumidos en forma de gachas, junto con la calabaza y la castaña, pero irán perdiendo peso a favor del trigo y la patata. Será entonces cuando se establezcan algunos de los platos más representativos de la cocina más tradicional de Galicia: los caldos, la empanda, el lacón con grelos, el pulpo, los derivados del cerdo (chorizos, chicharrones), los dulces como las filloas o las “larpeiras”, que, aun hoy, construyen la idiosincrasia de la cocina gallega.